Llegó para un cumpleaños. Un amigo me trajo una copia escrito el título con un plumón de color azul. Lo guardé por mucho tiempo, lo escuché por mucho tiempo, pero nunca lo escuché tan bien como esa noche en Santiago en que con Lomas fuimos a ver a un amigo suyo que le habían destrozado el corazón. No sé muy bien qué hacía yo ahí, no era ningún experto en el asunto. Abrimos unas botellas y el tipo empezó a contarlo todo. Trabajaba en una empresa de aviones y se había ido con la chica a New York, una semana, un idilio por esas inmensas avenidas, casi una película de Sandra Bullock, a la vuelta todo se había ido bien a la mierda y no recuerdo concretamente la razón, pero parece que ella estaba oficialmente con otro. Tomamos el auto y nos fuimos vagando esa noche por las calles de Santiago escuchando el disco y dándole una y otra vez a “Lost cause”. Paramos a comer unas hamburguesas; todo a esa altura parecía bien yankee y andábamos con una botella de whisky y una neblina casi escocesa formada por el smog. Dejé a los muchachos a eso de las cuatro de la mañana subiendo como podía las escaleras de la casa de mi tío. La historia siguió bastante bien sin mí, en un arranque una muchacha surgió de la nada para hacer un baile y se quedaron lo que restaba de la noche y la mañana poniendo canciones de los Stones. Un buen día llegó mi turno de escuchar ese disco y exorcizar lo que había que exorcizar. Nunca nadie dijo que escuchar música iba a ser fácil o que un par de canciones te podrían llegar a sanar, con un sonido lento, una voz cansada, arpegios, una armónica cerrando con un piano. “Lonsome tears” una maravilla para melancólicos y pieles rojas, la perfecta reescritura de “A day in a life” de los Beatles.

like that
🙂
change de beck
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