A nivel local y global, autores heterogéneos reinventan el libro y su narración desde intervenciones artísticas, políticas o conceptuales.

Por Javier Mattio en La Voz
29 de julio de 2025
De un tiempo a esta parte, el libro como narración autónoma ha ido fracturándose y disolviéndose en propuestas impuras, mixtas, heterogéneas. Acoplándose a una estela que el arte despejó en formatos y medios como el collage, el montaje o la instalación, el tradicional volumen de imprenta se abre a géneros yuxtapuestos, a insertos gráficos variados, a un diseño meticuloso próximo al libro objeto.
Si bien la propuesta no es nueva y acusa referencias canónicas (pensar en los experimentos misceláneos de Cortázar o en libros-caja como Composición n° 1, de Max Saporta, o Vox, de Anne Carson, por citar algunas), la tendencia se afianza tanto a nivel global y local demarcando un estante contemporáneo.
En ese sentido, el sello cordobés Portaculturas acaba de crear una colección específica en esa línea llamada Pòrta Neuva, cuyo primer lanzamiento es Mar pequeño del que peregrina, del poeta chileno Diego Alfaro Palma (1984). Pensado como un artefacto de diseño, el volumen enlaza a su vez con el espíritu botánico de libros como Naturaleza moderna, de Derek Jarman, haciendo de su escritura un arte del sembradío a varios niveles.
Apelando a la estructura orgánica de las estaciones, Palma registra en un diario con forma de cuaderno los avatares de la huerta doméstica que cultiva en el cerro La Huinca de Limache. Compostaje real y literario, el texto baja la vista al suelo para concentrarse en los procesos naturales, las técnicas de plantación, la multiplicidad física y nominal de los tomates, zapallos, habas, papas y acelgas, pero también de las flores, los insectos y las aves circundantes.
“Ya no me interesa tanto la poesía como la poesía de la remoción y el brote”, dice el autor, que sin embargo desliza versos breves (en homenaje a las caléndulas, la ortiga, el musgo) y eleva cada tanto la mirada para avistar unas casas bajas que imagina habitadas por enanos anarquistas, comprobar la sequía provocada por el monocultivo y la minería, o ir a visitar al poeta Felipe Moncada para compartir una guitarreada.
Los recientes acontecimientos políticos de Chile connotan el repliegue de Palma en su jardín como un acto de fe, una evasión comprometida con el dar vida, un ejercicio actualizado de la libertad agreste. Por eso la intertextualidad histórica se cuela a consciencia a través de una “biblioteca naturalista” que cita a Henry Beston, María Graham, Edward Thomas, Robert Macfarlane, Barry Lopez o W. H. Hudson, a quien Palma tradujo.
Una historia natural que está siempre reescribiéndose, reciclándose, removiéndose en el rastrillaje silencioso: “La huerta es una página llena de tachaduras y anotaciones en los bordes”, corrobora Palma.