Reseña de Mar pequeño del que peregrina en Mil Lianas del DiarioAR, por Agustina Larrea

Prefiero el croar a las palabras. En la noche me levanto a escribir porque alguien secuestra mi sueño. De qué hablan los perros es todo lo que he querido saber. Apenas hay una uña de luna. Y por las ventanas entra la luz de una estrella que me vigila. No tiene sentido la poesía si no nos detenemos a oír o al menos a percibir de qué están hechas las cosas, si no dudamos que estamos vivos. En la oscuridad las flores se cierran para volver a ser el botón que fueron. Y no entiendo por qué soy de una especie que busca sus herramientas cuando debe dormir. Por qué busco la bondad si apenas la hay. Por qué le hablo a mi mente como le hablo a los desconocidos en las veredas. Estoy tan lleno de historias que prefiero callar, dejar pasar los queltehues que recortan el aire quieto, por el que se cuela el zumbido de los mosquitos, el crujir de las maderas, mi estómago, la sequía. Mi mente es un estanque que refleja luces lejanas y sobre las que despliegan plantas acuáticas, juncos, algo que no soy, pero que me habita.
Lo humano me cansa.
«Mar pequeño del que peregrina. Diario de huerta»,
del poeta Diego Alfaro Palma. Portaculturas
Así comienza un libro precioso que me tiene cautivada por estos días movidos y agotadores. Lo escribió el poeta chileno Diego Alfaro Palma, lo publicó en Argentina el sello Portaculturas en una edición divina y lleva como título Mar pequeño del que peregrina. Diario de huerta.
Dejo el fragmento ahí, como un gajo. Para que prenda, para que busquen el libro quienes estén detrás de lectura y belleza. Arranquemos, ahora sí, con una nueva edición de Mil lianas.