W.H. Hudson – sobre cuervos y lechuzas

[Fragmento del libro Las aves y el hombre de W.H. Hudson]

CUERVOS EN SOMERSET

LECHUZAS EN EL PUEBLO

Hacia la tarde, los niños salen a jugar, sus risas y gritos estridentes resuenan por todas partes. Entonces, cuando el sol se ha puesto y el paisaje se oscurece, comienzan a llamar de todos lados imitando el ulular de la lechuza. Durante aquellas tardes otoñales los niños de este lugar parecían caer naturalmente ante la nota de la lechuza, tal como en primavera en todas partes de Inglaterra suelen imitar la llamada del cuco. Los niños son como aves, tienen una disposición social y locuaz en su debilidad de establecer un llamado, grito o nota penetrante con el que puedan conversar a larga distancia. Pero no han establecido un canto por sí mismos, ni un grito tan distintivo como el de los animales inferiores. Imitan algunos sonidos naturales. En el caso de los niños de estas Midlands, es la nota prolongada de la lechuza; y en cada lugar donde algún animal con una voz potente e imitable se encuentre, utilizan su llamado. Donde no se escuche un sonido así, como en las grandes ciudades, lo inventan; o sea, uno lo inventa y los demás inmediatamente lo toman. Es curioso que la especie humana, a pesar de su larga vida salvaje en el pasado, no tenga una llamada distintiva, o llamadas, entendidas universalmente. Entre las tribus salvajes, el hombre casi siempre imita el grito de algún animal salvaje como si fuera una llamada, tal como nuestros niños imitan el que hace la lechuza de noche, y el de algunas especies diurnas durante el día. Otras tribus tienen una llamada propia, un grito o aullido en particular; pero no se usa de manera instintiva —es solamente un símbolo, y es artificial, como el arrullo penetrante de los colonos australianos en el monte y el abrupto “¡Hola!”, con el que pedimos un taxi, junto a otras formas de saludar; o incluso el lupino y gorgoteado grito del lechero matutino—.

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