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“En la espera surgen esos elementos para escuchar. Como dice el origen de la palabra: auscultare, que en latín significa “aplicar la oreja” o “prestar oído”, hacerlo siervo, receptáculo, grabador. Dentro de ella también se encuentra la partícula indoeuropea Klei que quiere decir “inclinarse”: escuchar no sólo es abrir el órgano a la recepción, sino que también movilizar el cuerpo hacia esa experiencia, hacerlo bajar hasta la tierra, como un acto de encuentro, pero también de humildad.
Poner oído es bajar hacia el origen”.

Después de casi siete años de trabajo, aparece Valles sonoros: un ensayo en torno al viaje, la poesía y la escucha, publicado por @alquimiaediciones

Para escribirlo tuve que andar mucho, rebuscar en bibliotecas, interrogar viajeros, chamanes y científicos, servirme de un sinfín de anécdotas, ante todo detenerme, prestar atención con el oído abierto. Este ensayo me llevó a estudiar los mapas sonoros de Gabriela Mistral, las canciones de Violeta Parra, el canto de las ballenas y de los selkn’am, los sentidos de las plantas, los poemas de Cecilia Vicuña, Jorge Teillier y las crónicas de la conquista, a recordar mis propias travesías; es una mezcla de historias personales, poemas en prosa, conversaciones con vivos y muertos, pero ante todo una conexión con los movimientos de la cultura y de la naturaleza.
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Lo pueden encontrar desde septiembre en librerías de Chile
Mis agradecimientos al trabajo de Onofre Borneo F. Reyes, Natacha Oyarzun Cartagena y Guido Arroyo
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