
2023/04/07
Nació en Argentina, hijo de padres que llegaron desde Nueva Inglaterra, y creció en una hacienda ovejera. Naturalista autodidacta, a los 32 años William H. Hudson viajó al Reino Unido y se convirtió en un estudioso de la vida silvestre. Fue uno de los fundadores de la Sociedad de Protección de las Aves y con sus memorias y ensayos se ganó la admiración de otros escritores. “Hudson es un producto de la naturaleza y de ella tenía la fascinación y el misterio, escribía como crece la hierba”, dijo Joseph Conrad. Para Ford Madox Ford, era “el escritor vivo más grande de la lengua inglesa”.
Muerto hace un siglo, en 1922, entre las obras de Hudson sobresale este conjunto de ensayos. El volumen recoge sus observaciones y conocimientos de la aves, así como sus paseos por los bosques y campos de Inglaterra. También sus opiniones contra la caza indiscriminada: Hudson fue un adelantado del conservacionismo. En estas páginas, traducidas por Diego Alfaro y Fernando Correa, el autor se extiende sobre el vuelo alegre de las golondrinas, el arrullo de las torcazas o la galanura de los gansos, así como la experiencia de estar en medio de la naturaleza, bajo los árboles, sintiendo la brisa y los sonidos de los pájaros. “A veces he pensado que nunca el mundo nos parece más vivo y atento que durante una noche quieta, a la luz de la luna, en un bosque solitario, mientras el follaje verde y oscuro se vuelve plateado por los rayos, y todos los objetos visibles y las luces blancas y las sombras negras en los espacios intermedios parecen instintos llenos de espíritu”, escribe sobre los bosques de Savernake, donde se maravilló con los colores y el vuelo del pequeño arrendajo, entre otras especies, y la alfombra de hojas caídas, amarillas y rojizas, que se levantaban con el soplido del viento y danzaban dando giros hacia el cielo. Un libro memorable y una edición feliz.