
Versión de Diego Alfaro Palma
Pasé varias tardes echado en los pastos de la Facultad de Agronomía de la UBA leyendo los versos de Albio Tibulo (54 a. C.-19 a. C.). En sus Elegías se muestra un poeta intenso, eléctrico casi, que mezcla la vida de los dioses con los procesos de la naturaleza y las consecuencias del amor; su poesía es un largo flujo de conocimientos e imágenes rurales que se entrecruzan al mejor estilo de John Ashberry, pero con dos mil años de ventaja. Fue soldado en un momento de su vida, pero luego se volvió un férreo pacifista; sobrevivió a la peste, a un amor no correspondido y se la pasó festejando y agradeciendo a Baco. Por ahí, su admirador Ovidio dijo que se podía acabar el mundo pero quedarían los versos de Tibulo. Toda su poesía se podría resumir en una sola frase: “no hay nada que perder”.
Dejo aquí esta versión hechas en base a su versión original en latín y comparándolas con las traducciones de Enrique Otón Sobrino (Bosch, Barcelona, 1983) y la de Juan Luis Arcaz (Gredos, Madrid, 1994).
.
.
IV
Príapo[1], que una buena sombra te proteja la cabeza
para que ni el sol ni la nieve la dañen.
Ahora: ¿cómo hiciste para seducir a los jóvenes hermosos?
Ni tu barba se ve bien, ni te cortaste el pelo
y desnudo aguantas la lluvia de invierno
y desnudo los días secos del verano”,
así le pregunté al hijo campesino de Baco
y cargando su hoz me respondió:
“¡Ey! No te confíes de los muchachos,
siempre disponibles para el amor.
Aquél te gusta porque guía su caballo de las bridas,
éste porque el agua cae sobre su pecho como la nieve,
éste porque es desenvuelto y te chamulla,
en cambio a ése el pudor se le nota en las mejillas.
Pero no te desalientes si te dicen que no:
el yugo lentamente caerá sobre sus cuellos.
Mucho tiempo le tomó a los leones obedecer a los hombres,
con mucho tiempo el agua horadó las rocas;
en un año el sol madura las uvas sobre las colinas,
un año toma estudiar la luz de las estrellas.
Los vientos y el mar se llevan los juramentos a Venus,
¡Así que dale las gracias a Júpiter!
Él mismo impidió que tus ruegos libidinosos tuvieran efecto.
Dictina[2] te va a pedir que jures por sus flechas
y Minerva[3] por sus cabellos.
¡Sí eres flojo vas por mal camino, y el tiempo se irá volando!
¡El tiempo va y viene y el día ya se fue!
¡Mira qué rápido pierde su color púrpura la tierra
y el álamo sus hermosas copas!
¡Cómo quedan echados los caballos en las puertas de Elea[4]
cuando llegan los achaques de la vejez!
He visto a varios tristes al sentir que su vida pasó en vano.
¡Dioses crueles! La serpiente al cambiar de piel deja atrás sus años,
y a la belleza no le dieron prórroga alguna,
sólo para Baco y Febo la juventud es eterna,
y, digámoslo, el pelo largo le queda bien a los dioses.
Cualquier cosa que tiente a tus muchachos dásela,
con atenciones se llega al amor.
No te niegues a acompañarlos por más que el viaje sea largo
y el verano abrase a los campos con la sed,
aunque el cielo se ponga gris
y presagie un arco de lluvias,
o si él desea ir en una embarcación sobre las olas azules,
tú mismo empuja el remo sobre las aguas.
Que no te ponga mal soportar el trabajo duro
o destrozar tus manos no aptas para ello.
O si él quiere ir de cacería a valles escarpados,
con tal de darle en el gusto carga tú mismo las redes,
o si quiere practicar para la guerra pelea sin ejercer fuerza,
dejando descuidado tu costado para que de él sea la victoria.
Entonces llegará a ti y te será posible robarle unos besos;
se resistirá, pero luego en todo te dará el gusto.
Después hasta querrá recostarse sobre tu cuello.
¡Lamentablemente estos tiempos traen malas artes!
Ahora el muchacho sólo querrá regalos,
porque tú le enseñaste el precio del amor,
y quienquiera que seas, una lápida horrible cubrirá tus restos.
Muchachos, amen a las Musas y a sus poetas
y no le exijan a ellas los dones del oro.
Si no fuera por un poema no sobrevivía el mechón púrpura de Niso[5],
si no hubiera poesía no brillaría el hombro de marfil de Pélope[6].
Los que canten a las Musas vivirán mientras existan árboles sobre la tierra,
mientras haya estrellas en el cielo y los ríos carguen su agua.
Pero quien no las escuche, quien pongan precio al amor,
seguirá detrás del carro de Opis[7]
y vagará por trescientas ciudades
hasta cortarse el pene al son de las canciones frigias.
Venus prestará auxilio al dolor y a las lágrimas sin consuelo”.
Estas cosas me dijo desde su boca el dios,
para que se las cante a Titio,
Que por culpa de su esposa no las puede recordar.
Qué se vaya con su amante y ustedes celébrenme como maestro,
sobre todo a los que perdieron la cabeza por un jovencito.
Cada uno tiene lo suyo: que los amantes despreciados
me hagan sus preguntas: para ellos mi puerta queda abierta.
Ya llegará el tiempo, cuando ofreciendo mis consejos de Venus,
se paseen frente a mí -ya de viejo- una bandada de muchachos.
¡Ay, cómo me atormenta Marato con su amor!
Fracasan todas mis técnicas y engaños.
Te pido piedad, muchacho, que no se vuelvan vanas mis palabras
y se rían todos de mis inútiles enseñanzas.
.
.
.
NOTAS:
[1] Príapo es un dios menor, propiamente rural y a quien se le implora por la fertilidad de los campos. Comúnmente es representando como un hombre de barba larga, pelo desordenado, semidesnudo y con el pene erecto. En la mitología se lo considera hijo de Baco y de Venus.
[2] Dictina es el sobrenombre de la diosa Diana, la cazadora.
[3] Minerva es la diosa de las artes, la estrategia militar y la sabiduría. “Adfirmes crines perque Minerva suos”, dice Tibulo, es decir, que jure por sus cabellos, en alusión al fatídico intento que tuvo Medusa de comparar sus cabellos con los de la rubia Minerva y que estos terminaran convertidos en serpientes.
[4] En Elea se formó una famosa escuela filosófica, entre los siglos VI y V A.C., y de la que formaba parte Zenón, quien hablaba de las puertas de la verdad y de la mentira.
[5] Niso, rey de Megara, tenía un mechón púrpura que según la mitología griega lo salvó de la muerte, cuando Minos (rey de Creta) atacó sus tierras.
[6] Pélope fue sacrificado a los dioses por su padre, el rey Tántalo; fue descuartizado y con su carne se hizo un estofado que se sirvió a la diosa Deméter, quien se encontraba profundamente apenada tras el rapto de su hija a manos de Hades. Los demás dioses se percataron de esta distracción y decidieron volver a la vida a Pélope, reconstruyendo su hombre izquierdo con marfil. Se dice que Pélope era tan hermoso que Poseidón lo convirtió en su amante.
[7] Diosa de la fertilidad y esposa de Saturno. “Identificada por los romanos
con Rea, esposa de Saturno y, por tanto, madre de Júpiter, era representada subida a un carro tirado por leones”, según las notas de Juan Luis Arcaz a la edición de Gredos de la Elegías de Tibulo.