Notas del cuaderno – #1 – Los gatos

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No sé por qué gatos. Nunca he sido un gran fanático de ellos, tampoco sé si realmente les tengo algún grado de respeto. Se estiran, cagan, mean, corren por los tejados y en los meses de apareamiento chillan como dos prostitutas envueltas en una riña. Extraño momento, los gatos pasan de la completa pasividad vigilante a la nocturnidad malsana y violenta. No tienen puntos medios, en cierta forma son bipolares, pacientes frecuentes de un psiquiatra sobrepasado por las llamadas a deshoras; cosas del tipo “me encontré con tal al doblar la esquina, me miró mal, nos enfrascamos en una pelea” o “no entiendo cómo a alguien no le podría gustar dormir dentro de una lavadora abandonada”. Un psiquiatra de gatos no es nada descabellado, pero si pudiesen hablar con la naturalidad de un pregonero no creo que estos serían los mejores consejeros en términos de política exterior. Poco objetivos. Los gatos son poco objetivos, antirracionalistas incluso merodean donde nadie lo hace, se cuelan entre lo sucio y lo fastuoso, se podría decir que incluso son vagabundo del inconsciente colectivo, un mantra erotizante. El Yo en total irrupción, ejercicio, actividad volcánica.

El gato no duda y siempre sabe caer, se anticipa, vive entre la levedad y la gracia de adelantarse al suceder. El gato es el devenir, la posibilidad de todas las posibilidades, una teología oscura o mejor dicho un culto pagano que no obliga, no conoce el sometimiento y quizás en algún momento uno de ellos fue el primer sacerdote, recibiendo la revelación oscura de un dios hecho a imagen y semejanza, caminando a tientas sobre un tejado. El dios gato dejó brillar sus ojos a la luz de una luna menguante, se estiró, meó, cagó, se coló por una ventana, rasguñó, se acostó, saltó y volvió a caer parado y al hacerlo dejó escrito el libro sagrado. Para ese dios y para los gatos el libro es un gesto, el movimiento natural de las cosas. Ese movimiento nada tiene que ver con el curso del río, el agua no es su medio ni su entero: el gato es la energía vibrante que yace en el espacio entre una estrella y otra, esos parches que visten el cielo nocturno y de los cuales nada sabemos y que miramos con absoluta curiosidad.

Por Diego Alfaro P.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Avatar de Flavia Garaventa Flavia Garaventa dice:

    genial descripción Amigo….

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